sábado

PARA MAMA

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Mientras te miraba no podía abstenerme de los recuerdos que me invadían, tomando tu mano tibia, imágenes pasadas inundaban mi corazón.
El balcón nocturno donde solíamos tener largas conversaciones sin sentido alguno, frases vagas, algunas inconclusas, risas contenidas por pícaros momentos, vecinos criticados por comentarios al pasar.
Y volvía a observar tu frágil cuerpo, tus ojos cerrados, ausentes, tu boca callada que no murmuraba ya ni siquiera una palabra, tu pequeñita mano indefensa, que sólo se sostenía entre las mías.
Y me enojaba, y claro que me enojaba, quería que tus ojos me mirarán, que tu boca dijera lo que sentías, que tu mano acariciara la mía.
Tu mano, esa que supo calmar mis dolores, que peinó mis cabellos con grandes moños, que se posó sobre mi frente cuando la fiebre asomaba, que me llevó por la vida enseñándome el camino de la felicidad, esa mano generosa siempre dispuesta a dar más y más.
Y una lágrima rebelde resbalaba por mi mejilla arrastrando otras más que no se podían contener.
Y seguía sosteniendo tu pequeñita mano, tan frágil, necesaria, tibia, pálida, tan llena de ternura todavía.
Y te contaba de mis desventuras y los acontecimientos cotidianos segura de que me oías y entendías lo que sucedía a tu alrededor.
Te ponía al tanto de todo aquello que sabía era de tu interés.
Y no me importaba si pensaban que estaba loca o deliraba, yo sabía que podías sentir dentro tuyo mi compañía incondicional.
Y volvía a enojarme con la vida y con la muerte.
Con el padecimiento y el dolor.
Con el cruel despojo con que la enfermedad nos acomete y nos arrebata hasta la dignidad.
Y volvía a tomar tu mano pequeñita, cada vez más pequeñita.
Y te susurre al oído tiernamente: - ya está, ya es hora de partir a descansar.
Y una lágrima volvió a recorrer mi mejilla y cayó sobre tu mano pequeñita, blanca, tierna, pálida.
Y te tomé entre mis brazos y me fundí en un abrazo para que tu corazón sintiera el mío cerca, y te acuné y te bese la frente.
Y supe entonces que habías partido, que ya nunca volveríamos al balcón a tener nuestras charlas nocturnas.
Y supe entonces que ya no volvería a tomar tu mano pequeñita, frágil, tierna.
Y me quedé con mis recuerdos en el alma.
Y me quedé con una estrella titilando.
Y me quedé sin vos,
Mamá.

8 comentarios:

  1. Marisa que hermoso esto que escribiste, senti cada una de las cosas que expresas...y hasta pude acompañarte con mis lagrimas tambien. te quiero mucho hermana elegida por el corazon. Un abrazo enorme.

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  2. Bellísimo, Marisa. Cuánto dolor. Pero cuánto amor.
    Un abrazo.

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  3. Hola wapa, decirte q es precioso, no he podido evitar llorar, porque lo ponia en mi padre,
    no has podido describir mejor tus sentimientos, te felicito. Un besote!!

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  4. Leerte, me hace confirmar que tu belleza espiritual no tiene parangón!!
    Besitos

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  5. Simplemente....HERMOSO, un besote muuuy apretado

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  6. Mi querida Marisa: que palabras mas hermosas, cuanto amor, yo tambien extraño enormemente a mi madre para siempre.
    Te quiero mucho

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  7. ¡¡¡Cómo me hiciste llorar!!!. Tu alma es tan transparente y tu amor debo creer que no solo se plasmo en letras. Tanto amor sobrepasa lo escrito y te imagino hija/madre intentando acunar una ultima vez a ese ser que antaño te mecia con su amor.
    Como en algun momento dije.. "La gente a la que se ama profundamente jamás muere del todo, nosotros soplamos cálidas burbujas de vida a sus recuerdos para que estén menos lejos y más vivos; menos solos y más nuestros".


    Y...
    Extraño encontrarnos en el chat amiga...
    Te quiero mucho

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